sábado, 20 de septiembre de 2014

Dios obra a nuestro favor. ¡Siempre!

La voluntad de Dios para nuestras vidas nunca es mala.  Todo lo contrario, su intención es siempre bendecirnos.  En última instancia, lo que El está buscando es que nos acerquemos a El para poder tener vida en abundancia y llevarnos, de paso, a una vida eterna en su presencia.  Ese es el gran anhelo de Dios, que pasemos la eternidad en completa comunión con El.

Dios no detiene sus planes por el simple hecho de que nosotros le demos la espalda a El o decidamos hacer las cosas a nuestra manera.  Cuando eso ocurre Dios modifica su plan de acción.  Es ahí cuando entra en juego la misericordia de Dios.  Puede parecernos injusta la forma en que Dios nos está moldeando a través de lo que pudiera ser una prueba.  Aunque tengo que aclarar que hay ocasiones en que no son pruebas sino consecuencias de nuestras decisiones.  Pero independientemente lo que sea, son situaciones dolorosas que nos ponen muchas veces a dudar de Dios.  Sin embargo, terminan logrando su propósito: Que caigamos de rodillas ante El y le entreguemos nuestros problemas.

Una vez nos damos cuenta de que no podemos seguir luchando con nuestras fuerzas, debemos entregarle todo, literalmente, a Dios.  Eso significa que tenemos que seguir llevando nuestra vida lo mejor que podamos, pero en lo que tenga que ver directamente con el problema dejar que Dios lo resuelva.  Esto no es ser irresponsable, es ser sabio.  Todos estamos propensos a cometer errores y Dios está muy consciente de eso.  Por eso busca diferentes métodos para que permanezcamos junto a El.  Tenemos que sacarnos de nuestra mente cualquier tipo de solución a nuestro problema porque esto va a causarnos mucha frustaración si vemos que Dios está tomando otro camino muy distinto al que esperábamos.  Ya sabemos que nuestras soluciones nos han hundido más en la desesperación.  Solo queda confiar ciegamente (por fe) en Dios.

Yo sé lo que es tener que dejar mis preocupaciones en manos de Dios.  También entiendo el temor que uno siente de que la voluntad de Dios sea aún más dolorosa que el mismo problema.  Pero al final de todo he podido ver que no hay nada que temer.  Dios nos moldea y nos da su Espíritu Santo que nos derrama su paz que sobrepasa todo entendimiento humano.  Es una paz muy real que se manifiesta de manera muy especial.  Cuando tengo que enfrentar momentos difíciles recuerdo que no ha habido ningún evento que me haya dado lo suficientemente duro para no poder resistirlo con ayuda de Dios.  Eso no quiere decir que no sufra nada, sino que puedo mantenerme en control porque Dios está conmigo.

No quiero terminar sin recordarles que esta vida es temporera.  Cuando miramos la vida eterna que nos espera junto a Dios, nos llenamos de esperanza y podemos seguir caminando hacia esa meta.  ¿Qué son 100 años de dolor al lado de una eternidad de vida junto a Jesús?  Pero en lo que ese momento llega, necesitamos estar rodeados de hermanos y hermanas piadosos que nos ayuden a fortalecernos cuando nos sentimos débiles.  Esa es una de las grandes bendiciones que tenemos cuando nos congregamos en una iglesia cristiana.

Seguimos en victoria, en Cristo Jesús.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Pastor sostiene que cada cristiano debe llevar un arma

Personalmente, no auspicio el tener armas de fuego.  Si este pastor quiere tener un arma de fuego ese es su problema, pero que exhorte a los cristianos a tener un arma me parece algo extraño.  Hay algo que no me cuadra.

Bueno, tal vez quiera darle alguna ayudita a Dios en caso de que su protección falle.


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Es simplemente un monstruo

Para propósitos de esta reflexión, un problema inminente es toda situación que por su naturaleza no podemos evitar.  Cada uno de nosotros tenemos que enfrentar ese tipo de situaciones que puede ser muy particular.  No quiero mencionar ningún ejemplo porque lo que para mí pudiera ser un problema inminente para otros pudiera evitarse.  Lo que sí quiero es que piensen en alguna situación que estén enfrentando o estén a punto de enfrentar y entiendan que no pueden evitarla.  A esa situación la vamos a llamar "monstruo".  Ese gran monstruo que se acerca vertiginosamente para hacernos pedazos.

Tarde o temprano vamos a tener que enfrentar a ese monstruo.  Ya sea que decidamos huir o enfrentar al monstruo, como es inminente su llegada, no queda de otra.  Así que resultaría más sabio enfrentar el problema que huirle.  Desde que identificamos al monstruo podemos ponernos en oración y pedirle a Dios que nos dé la fuerza y sabiduría para poder salir victoriosos.  En ningún momento de nuestras vidas, Dios nos deja luchar solos ni solas.  Siempre está presente.  No es una cuestión de sentimientos, pues aunque haya ocasiones que no sintamos a Dios podemos tener la certeza de que no se ha ido de nuestro lado.

No obstante, en muchas ocasiones nos atemorizamos cuando vemos a ese gran monstruo acercándose y pudiera ser que también decidamos orar pero en esta ocasión para que Dios nos saque del problema.  Esto trae una serie de complicaciones emocionales y espirituales.  Ninguno de nosotros desea atravesar situaciones difíciles.  Si algo he aprendido es que se siente más frustración tratando de escapar de un problema inminente que enfrentándolo de una vez.  La verdad es que cuando estamos dentro del problema podemos experimentar la paz de Dios; pero cuando huímos lo que experimentamos es ese sentimiento de miedo que no viene para nada de Dios.  Y es que resulta que mientras más huímos de nuestra realidad, más nos apartamos de la voluntad de Dios y las consecuencias de esto no son muy buenas.  Ciertamente hay problemas que pueden evitarse pero no son los que estamos hablando en esta reflexión.

El hecho de huirle a los problemas resulta siempre en algo negativo.  Veamos las etapas que experimentamos cuando decidimos huir.
  1. El diablo siempre va a tratar de llenarnos de miedo, por lo que va a lograr que nos paralicemos y no podamos ver el problema de manera objetiva.  Todo monstruo tiene un punto débil pero el miedo no nos permite identificarlo.
  2. Nuestras fuerzas se enfocarán en buscar la manera de evitar lo inevitable por lo que experimentaremos cansancio físico y espiritual.
  3. Comenzamos a pedirle a Dios desesperadamente que no permita que el monstruo llegue y tratamos de manipular a Dios haciendo uso de la fe y diciendo que "el monstruo ya se fue" sin aún haber llegado.  Deseo hacer un paréntesis en este punto y aclarar el hecho de que tener fe no significa que Dios tiene la obligación de cambiar los planes que ya tiene en nuestra vida.  Si es necesario que enfrentemos al monstruo lo vamos a enfrentar aun cuando tengamos fe.  La fe no es un instrumento de manipulación, pero eso ya es otro tema.
  4. Cuando el monstruo está a punto de llegar entramos en una etapa de ansiedad y depresión y la fe se debilita a tal grado que comenzamos a ver a Dios como un titiritero que quiere por alguna razón meternos en problemas.
  5. Cuando al fin el problema llega ya no tenemos fuerzas y nos sentimos totalmente frustrados. Recibimos todo el impacto del monstruo pero ya estamos en un estado de tanta debilidad que nos caemos fácilmente.
  6. Nos sentimos decepcionados de Dios porque aun teniendo poder para librarnos no hizo nada.  Posiblemente comenzamos a tirar cosas y a desafiar a Dios.  Nos olvidamos que tenemos un monstruo que vencer y nos enfocamos en hacernos las víctimas y culpar a Dios de todos nuestros problemas.
  7. Cuando nos damos cuenta que no podemos luchar contra Dios nos resignamos.  Le decimos que haga lo que quiera.  Aquí la actitud es una de rencor a Dios (por decirlo así).  Volvemos a sentir que no somos más que muñecos y que Dios se goza de nuestras desgracias.
  8. El monstruo ya se ha ido.  Nos levantamos y nos damos cuenta de que sobrevivimos.  El monstruo rugió y nos asustó pero no acabó con nosotros.  Es ahí cuando nos damos cuenta de que Dios sí tuvo cuidado de nosotros.
  9. Entramos en la etapa de arrepentimiento y le pedimos a Dios perdón por no haber confiado en El pero haciendo la siguiente declaración: "Si hubiera sabido que iba a salir victorioso hubiera enfrentado al monstruo desde un principio.  Pero es que Dios no me dijo."
  10. Cuando viene el próximo monstruo nos olvidamos de la experiencia previa del poder de Dios y repetimos nuevamente los pasos anteriores asegurándo que "este problema es más grande que todos los anteriores.  Este sí me va a destruir."
Es por eso que perdemos tantas fuerzas y nos frustramos cada vez que decidimos huir de un problema.  Jesús experimentó la llegada de ese monstruo (la muerte en la cruz).  Aun cuando Jesús no quería morir se levantó, enfrentó al monstruo y triunfó.  Dios le dio paz y lo fortaleció.  Esa misma paz y fortaleza están a nuestra disposición.  Tenemos que tener fe, pero una fe que declare que Dios está obrando en medio de nuestra crisis.  No una fe que niegue la realidad del problema sino que reconozca que Dios es más grande que cualquier monstruo.

Si estás experimentando una situación que parezca que no tiene solución, recuerda que Dios siempre te ha ayudado y esta no será la excepción.  Si no asistes a ninguna iglesia tal vez sea hora de que lo vayas considerando.  Demuestra tu fe separando tiempo para Dios.  No te sientas solo ni sola.  Constantemente estoy enfrentando monstruos pero Dios no deja de sorprenderme.  Los monstruos gritan y asustan.  Si corres se te van detrás pero cuando los miras fijamente son ellos los que huyen.