domingo, 12 de octubre de 2014

Una vida de santidad

¿Quién no ha escuchado alguna vez a alguien decir "sin santidad nadie verá al Señor?  Supongo que la gran mayoría lo ha escuchado.  A mí en particular me parece haberlo escuchado prácticamente toda mi vida.  Este tema surge muy a menudo cuando hablamos sobre la doctrina del arrebatamiento y el levantamiento de la iglesia.  Se nos dice que la iglesia debe ser una santa para poder ser levantada.  ¿Qué dicen las Escrituras?

La Biblia dice: "Seguid la paz con todos, y la santidad sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14).  Al parecer la santidad es un aspecto muy significativo para la salvación del ser humano.  El autor de Hebreos nos confirma que aún para nuestros tiempos la santidad sigue estando vigente como un requisito ineludible de la salvación.  No basta con que digamos que somos cristianos sino que tenemos que actuar como tal.  Santiago nos llama la atención al decirnos que los demonios también creen (Santiago 2:19).  Satanás cree y sabe muy bien quién es Jesús; tan es así que él mismo decidió tentarlo.  Esto no hace que Satanás sea un cristiano.

En el libro de Levítico se registra en más de una ocasión la santidad de Dios tanto de manera implícita (a través de las leyes) como explícita (Levitico 11:45Levitico 19:2), Este libro nos relata  las consecuencias del pecado haciéndonos ver que la desobediencia nos lleva a la muerte espiritual y que la obediencia trae consigo bendiciones.  Pablo estaba muy consciente de esta realidad y nos recuerda que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23).

Pero, ¿cómo estamos seguros de que estamos caminando en santidad?  Creo que más allá de lo que escuchamos y/o creemos, debemos ver qué dice el mismo Jesús sobre la santidad.  Nos movemos al Evangelio según San Juan 14:1-3.

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuere, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3 Y si mi fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

No me parece que haya una mejor forma de definir la santidad que como lo hizo el mismo Jesús.  ¿Pudieron verlo?  La clave se encuentra en el versículo 3 cuando Jesús dice "os tomaré a mí mismo".  Jesucristo tiene una gran expectativa de que nosotros, como cristianos, podamos llevar el mensaje del Evangelio como si El mismo lo estuviera haciendo.  Tenemos que vivir de tal forma que cuando Jesús nos mire se pueda ver a sí mismo.  El quiere poder manifestarse al mundo a través de nuestras vidas.  No podemos justificar nuestras inacciones diciendo que somos humanos y que jamás podremos imitar a Jesús como debe ser.  Tenemos el poder del Espirítu Santo que nos hace renacer a una nueva vida de poder espiritual que nos permite reflejar a Jesucristo en todo su esplendor.  Tenemos que poner de nuestra parte, tenemos que tener compromiso con el Evangelio y dejar que el Espíritu Santo haga su obra rendentora en nosotros y en la vida de los demás. Esa es la santidad sin la cual nadie podrá ser digno de ver al Señor.

Ahora, los reto a que cerremos los ojos por un momento e imaginemos que estamos en la presencia del Señor Jesús y nos está mirando fijamente a nuestros ojos y a nuestros corazones.  ¿Podríamos decir que nuestra vida es como un espejo que refleja Cristo o, por el contrario, somo un simple cristal transparente que cuando nos mira no ve nada? 

Ciertamente somos humanos y pecamos diariamente.  Pero cada vez que caemos Jesús nos extiende su mano y nos vuelve a limpiar para poder continuar su obra.  Queda de nosotros agarrar la mano de Jesus, levantarnos y continuar a la meta, como dice Pablo en Filipenses 3:13-14.

¡Que el Espíritu Santo nos siga redarguyendo y dirigiendo para poder ser buenos representantes de Jesús y poder vivir una vida santa en victoria!

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