No ha salido el sol del 25 de diciembre cuando ya nuestros hijos nos están levantando para ver si ya hay regalos debajo del árbol de navidad. Llegó el momento de ver la felicidad de nuestros hijos mientran desenvuelven cada uno de los regalos. Se escuchan los gritos de alegría pero aún no se pueden abrir los regalos porque no tenemos las cámaras listas. A insisitencias de los niños decidimos tomar fotos con nuestros celulares.
"Ya pueden abrir los regalos." Aún sin haber terminado de dar la orden, ya están todos los pedazos del papel de regalo regados por toda el área. Abren el primer regalo, lo miran, "está bonito" y vamos para el otro. Así siguen hasta que de repente...se acabaron los regalos. "Ok, niños, espero que les hayan gustado los regalos. Tenemos que buscar más en casa de los abuelos." Nuestras miradas se cruzan expresando la misma inquietante pregunta; "¿Les habrán gustado los regalos?"
No habiendo saciado la emoción de jugar con los nuevos juguetes, se tienen que ir a desayunar y a vestir para la próxima ronda de regalos. Luego de desayunar se olvidan de que tienen que vestirse y no nos damos cuenta hasta que los vemos jugando justamente cuando nos disponíamos a llevar al carro el montón de regalos que hay que repartir. Ahora comienza la batalla campal, los niños quieren jugar, no se han vestido, el tiempo sigue pasando, hay que visitar dos casas, la paciencia se está agotando. Luego de dos cocotazos a cada nene, logramos que se vistan.
Ya en el carro hacemos un inventario para asegurarnos de que estamos llevando los regalos de todo el mundo. De repente nos interrumpe una voz entrecortada: "¿Nos podemos llevar los juguetes?" La esperada contestación: "NOOOO". A pocos minutos de llegar a nuestro primer destino, la misma voz que nos reclamaba por los juguetes dice: "Creo que no trajeron el postre." Sí, ni más ni menos. Nos tocaba llevar el postre y se nos quedó dentro de la nevera. Un comentario tan "inocente" de un niño resentido porque no le dejamos llevar sus juguetes nuevos dio pie para el siguiente diálogo:
- Lo dejaste en la nevera. Yo sabía que se te iba a quedar
- ¡Bah! Resolvemos con una libra de pan. - contesté tratando de mantener la autoridad.
- ¿Estás seguro? - me preguntan con sarcasmo.
- ¿Qué más hay abierto hoy?
- Por lo menos compra par de cajas de dulces.
- Si huberas estado pendiente no nos estariamos desviando, Siempre somos los últimos en llegar.
- Deja de llorar y compra lo que sea, total es tu familia.
- ¿Qué tiene mi familia? No empieces.
- Tu sabes más que eso.
¡Llegamos! Los niños se bajan del carro corriendo mientras que mi esposa, avergonzada por alguna razón, aprovecha el empuje, toma los regalos y se va detrás de los nenes dejándome atrás con la libra de pan (era lo más barato). El intercambio de regalo ya se llevó a cabo y el acostumbrado diálogo navideño surge:
- ¿Viste a tu tía? - me reclaman.
- ¿Qué tiene?
- Me viró la cara
- ¡Ya empezaste!
- Baja la voz y disimula. Lo que pasa es que no estás pendiente a nada.
- Tú siempre estás a la defensiva. ¿Quieres que nos vayamos? Pues nos vamos.
- Por lo menos estás pensando. - Expresa con una sonrisa sin dientes.
Nos vamos repentinamente, Los niños cuestionan y nosotros totalmente callados en el carro. En nuestro segundo y último destino, todo transcurre normal. Sí, normal. Como todas las navidades, me resigno a quedarme frente al televisor y a jugar con el celular.
Por fin se acabó el día. Los niños están cansados y llenos de regalos. Luego de que los nenes se duermen, tenemos la oportunidad de hablar un rato y dejar atrás algunas diferencias. Ya listo para dormir digo mis últimas palabras: "¡Qué rápido se fue el 25!"
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