Como ya discutimos en la reflexión anterior, para caminar conforme a la voluntad de Dios tenemos que vivir en santidad. Para evitar que el ser humano decidiera cómo llevar este tipo de vida, Dios promulgó una serie de leyes. Estas leyes nos ayudan a entender cómo deben ser nuestra relación con Dios y con el prójimo para de esta forma llevar una vida agradable a Dios. Cuando las personas fallan en seguir sus leyes hay resultados devastadores.
La Biblia nos dice que llegarán momentos en que dirán a lo malo bueno y a lo bueno malo (Isaias 5:20). A través del tiempo las personas han decidido rechazar a Dios e invalidar sus leyes. Entienden que Dios es anticuado y que se tiene que adaptar a la realidad. Se olvidan de que la palabra de Dios permanece para siempre (Isaias 40:8). ¿Desde cuándo el ser humano tiene sabiduría suficiente para decirle a Dios cómo debe actuar si aun la misma sabiduría hay que pedírsela a Dios mismo (Santiago 1:5)? Vemos cómo las criaturas pretenden darle instrucciones al creador. Totalmente ilógico.
Sabiendo que estas cosas iban a ocurrir, Dios preparó a su iglesia para que testifique de Jesús proclamando las buenas noticias del Evangelio y viviendo conforme a sus leyes. De esta forma anunciamos al mundo que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Pero el problema es que muchas "iglesias" han caído en la trampa de mezclarse con el mundo y aceptar sus recomendaciones con la idea de "atemperarse a la realidad". Me parece que esto es una especie de apostasía.
El mundo ha querido aceptar como bueno conductas que, explícitamente, son abominación para Dios y que nos alejan de su presencia, afectando nuestra intimidad con Dios. Tan es así que los gobiernos han estado aprobando leyes para supuestamente proteger los derechos de las personas que quieren vivir de cierta manera que violentan las leyes de Dios. Es que la gente no se da cuenta que las leyes de este mundo no están por encima de las leyes de Dios y el querer cambiar sus leyes es un grave pecado. Se les olvida, además, que en el juicio final seremos juzgados de acuerdo a las leyes de Dios y no a las del mundo. Los gobiernos tienen la responsabilidad de buscar el bienestar de los ciudadanos y pueden aprobar leyes que cumplan con ese propósito. Pero no deben, en ninguna manera, violentar las leyes de Dios.
La situación está tan mala que cuando queremos permanecer en los preceptos del Señor se burlan de nosotros y nos llaman fanáticos, intolerantes, anticuados, entre otros peyorativos. Nosotros no somos mayor que nuestro Señor, si a El lo persiguieron a nosotros también (Juan 13:16). Pero que bueno que tenemos el poder del Espíritu Santo que nos ayuda a mantenernos firmes.
Hace un tiempo, un grupo de jóvenes decidieron entrar al tren urbano y cantar una canción cristiana. A raíz de esto surgieron comentarios malintencionados para llevar a la reflexión de que las personas que practican el satanismo también tienen derechos a hacer lo mismo y que no se les diga nada. Esto a nivel del mundo pudiera verse como una "justicia" pues todos tenemos el "derecho de escoger la religión y al dios que queremos servir."
Aquí el problema es el siguiente. Hemos hecho de la Verdad una alternativa. Dios no es una opción, Dios es la realidad misma de nuestra existencia. Pero no queremos, por miedo o por lo que sea, decirle a la gente que Jesús es el único camino para llegar al Padre (Juan 14:6). Hemos decidido darle la oportunidad a las personas para que escojan a cuál dios servirle. Nos estamos condenando a nosotros mismos y estamos condenando a otros (Mateo 23:13). Si Dios expulsó a Satanás del cielo, ¿por qué tenemos que aceptar el satanismo como una opción? ¿Si Dios nos encomendó a llevar la Verdad, por qué la adulteramos a conveniencia?
Debemos estar firmes en el Señor y poder discernir lo que está bien y lo que está mal. Ya no se está tolerando el mensaje del Evangelio y la gente se atreve a decir que somos los cristianos los que no toleramos.
A través de la Biblia vemos que Dios no puede ser burlado y tarde o temprano se hará justicia (Galatas 6:7). Mientras tanto seguimos agarrados del manto de Jesús. Nuestra recompensa será grande. Pero debemos entender que la misericordia de Dios sigue vigente y busca que la mayor cantidad de personas acepten el llamado del Evangelio. Nos queda trabajo por hacer. Mientras los días se ponen más difíciles podemos tener la seguridad de que nuestra redención está cerca. No desmayemos y sigamos cumpliendo con la gran comisión.
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