Afortunado el que no sigue el consejo de los perversos, ni el ejemplo de los pecadores, ni se une con los que andan burlándose de todo. Al contrario, le gusta la enseñanza del SEÑOR y la estudia día y noche.
Será tan fuerte como un árbol plantado junto a corrientes de agua fresca, que da su fruto en el momento adecuado y al que nunca se le caen las hojas. Le irá bien en todo lo que haga.
En cambio, pasa distinto con los perversos. Ellos son como paja que el viento se lleva lejos. Por eso, los perversos siempre serán declarados culpables y los pecadores no podrán sentarse al lado de los justos.
El SEÑOR sabe guiar por buen camino a los justos, pero los perversos se desvían y se pierden.
Dios les bendiga.
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